Nunca he visto representada en directo la ópera que hoy ocupan estas líneas que dedico a mal casar la ópera con la gastronomía y la cocina. Unir un jabalí con El Ocaso de los Dioses, una liebre con Wocek, unos chipirones con Simón Bocanegra o un guiso de paloma con Pelleas et Melisande, no deja de ser un mal casorio, a veces hasta irreverente, pero creo que más vale tomárselo a broma.
Sin embargo cualquiera entendería que Hansel und Gretel perfectamente liga con una mousse de chocolate.
Hace ya muchos años, en el Liceu de Barcelona, vi representada Salomé de R.Strauss por Montserrat Caballé. El papel de Salomé (según la obra de O.Wilde) corresponde a un muchacha que con su danza de los siete velos, debe de excitar sexualmente a Herodes hasta el punto de que éste le conceda la cabeza de Jokanaan para poder besarle en la boca. Salomé está enamorada de la voz, de la palabra de Juan y en sus labios siente un sabor amargo "¿Era el sabor de la sangre? ¡No! Tal vez no era sino el sabor del amor". El caso es que el director escénico resolvió la representación con dos escenarios, uno sobre el otro. En la parte superior, los cantantes, en la parte inferior bailarines. Me gustó mucho la idea.
Fue a raíz de aquella experiencia cuando pensé que Hansel und Gretel también debería tener una solución parecida (quizás ya haya ocurrido). Si los dos niños protagonistas son representados por dos señoras como la Schwarzkorpf, o la Von Stade... puede resultar tan ridículo como la Caballé danzando medio desnuda ante Herodes.
Buscar una puesta en escena en la que actúen NIÑOS, aunque canten adultos, le daría a esta ópera un nuevo aliciente escénico más creíble.
La música es una delicia, así como la de Königskinder, la otra ópera de este autor que yo conozco.
Y sin más, por supuesto con la música en la cocina, ponemos en un cazo al baño María 300 gr de chocolate negro, 50 gr de mantequilla, 100 ml de nata líquida y un chorrito de Cointreau. Se remueve hasta que todo se vaya fundiendo. Entonces se añaden tres yemas de huevo y se incorporan con la mezcla anterior.
A parte se montan a punto de nieve, cinco claras de huevo y se incorporan con la mezcla anterior de manera que resulte una masa como una esponja ligera. Todo lo dejamos en el frigorífico un día entero y a la hora de servir hacemos unas quenefas ayudándonos con dos cucharas sumergidas en agua bien caliente.
Mi consejo para maridar el chocolate: una cerveza negra.
Y ¡que aproveche!
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