domingo, 28 de octubre de 2007

Estos días he acabado de leer uno de los libros con los que más he disfrutado desde hace años. Y que conste que últimamente he leído algunos libros muy interesantes. Este último es "Pelando la cebolla" de Günter Grass. Hace años leí "El rodaballo" (volveré a leerlo) y no lo recuerdo especialmente. Pero a veces me ocurre, también con la música, que leo algo y no me empapa, y al cabo de un tiempo vuelvo a leerlo, por el motivo que sea, y "lo entiendo" con lo que tengo la impresión más que de un repaso, de una novedad.

Cuando leo me interesa siempre mucho más las formas que el "guión". De hecho, cuando una novela me inquieta, suelo leer el final, para quitarle la intriga y así disfrutar simplemente del hecho de leer. Cuando voy a la ópera o cuando oigo una sinfonía, no me molesta para nada saber el final, al revés, me voy dando el regusto de ver como el desarrollo va llegando a concretarse...

Bueno el caso es que "Pelando la cebolla" me ha impresionado porque no recuerdo haber leído nunca una autobiografía novelada escrita como un poema continuo. No soy buen lector de poesía por lo que con frecuencia he tenido que releer varios párrafos, a veces para entenderlos, a veces para redisfrutarlos.

Como sorpresa del libro y unido a mis aficiones gastronómicas-culinarias, veo que el bueno de Günter es un aficionado gastrónomo. Puede que sea por el hambre que pasó, pero tantos recuerdos como tiene sólo se comprenden en alguien con una sensibilidad especial también en este aspecto...

Sólo recordaré en esta página el "puding de vainilla con trocitos de almendra" que su padre le hacía y que a él le gustaba bañar con salsa de chocolate. Y las clases de cocina en el campo de prisioneros del Alto Palatinado en la postguerra, donde el cheff Brühsam, de Berasabia, enseñaba, sólo en teoría como hacer una cabeza de cerdo en gelatina o las morcillas con sémola de avena condimentada con mejorana y pasas. Mientras se mantenían con un régimen de ochocientas cincuenta calorías a base de tres cuartos de litro de sopa de centeno con unas gotas aisladas de grasa, pan, algo de mantequilla o queso y un "pegote" de mermelada.

¡Que aproveche!

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